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BITÁCORA EN LAS OSCILACIONES

Situación. La obra contemporánea con su matriz en las vanguardias, posee una especial ductibilidad, la capacidad de mutar, cambiar de piel con fecunda facilidad, apertura encomendada por los resabios de una posmoderniad tardia, pero que imprime en las producciones actuales la permeabilidad osmótica de los estilos, lenguajes y medios. Un transito promiscuo por la carótida del arte retro-alimentando en libre albedrío las grandes demandas actuales del escenario artístico.
Este entramado polisémico, hablando de multiplicidad, es el que soporta la obra de K.kemper permitiendo definir en esta una característica bicéfala, en términos de movimiento y articulación de obra y en los emisores referenciales que sitúan su salida en espacios crípticos , soslayados en una sugerencia imaginaria que latiguea en arcadas de víbora la tangencialidad entre una experticia de lo humano, su entorno antropológico y la fantasía tremebunda de un real empírico, algo que llamaría el ser revolcado en las cosas.
Desde este canal subyacente Kemper tiza una línea, azul-constructiva- que cruza tres puntos primordiales de producción: la pintura, el video, la instalación. Triangulando operaciones alternadas que al trasluz de la niebla, veladura natural de las emociones pedestres, interactúan en la fricción de la caricia, la juntura y el choque brutal de una experiencia que va de un moderato andante en la tradición estilística, a una especulación espacial de instalación multimediática en increcendo. Proponiendo la contractura medial como iniciativa del hacer en deseo pleno, en pulsión directa a una génesis subjetiva, sin perder de vista la controvertida isométrica de la producción contemporánea.
La obra por tanto remite deberes con su propio ser y este situado en el remarcado de “obra de arte” con el contenido universal permitiendo y proponiendo entramar en esta trilogía una partitura de trabajo atonal en la forma, pero armónica en su núcleo contenedor, referenciando frenéticamente cada proceso corporal, espacios insterticiales de su reinvención diaria de mundo.
Cito:
"Nosotros percibimos el mundo exterior “siempre distinto”, porque se separa del instinto que en cada momento prepondera en nosotros; y como este también crece y desaparece como algo vivo, y no es permanente, nuestra sensación del mundo exterior en cada momento, por pequeño que éste sea, está siempre”deviniendo” y “pareciendo”, es decir, cambiando.
Nuestra conciencia cojea y observa intermitentemente. Este defecto es la fuente que nos hace creer en cosas, y que admitamos algo permanente en el devenir, y también de que creamos en el yo"

Friedrich Nietzsche.

Hospedada en la definición de una transvanguardia-post, esto lo cito por retribución histórica solamente, la obra pictórica de Kemper repone, restituye desde el gesto y la diversidad significante una incontinencia corporal, desalojo residual de la figsionómica de los sueños, articulación expresionista de una anatomía de estilos depositaria de la mácula de las vanguardias, sintonizando una relectura permisible a ser soporte de existencia, del lugar opaco de los ojos viendo hacia dentro, los paisajes del espíritu humedecidos en sus propios fluidos. En letanías de color, de iconos, de figuración y símbolos retraídos a su propia génesis, constitución original.
La morfología ambigua destinataria de todos los intro, refiriéndose a las miradas más crípticas del objeto de arte y sobre este, determina una secuencia de imágenes y formas que discursan una narrativa de la fémina en plenitud promiscua con sus co-relatos pictóricos.

Lo interracial cautivo en la figuración erótica, el sexo y la impronta empírica de la fragilidad corpórea como alegoría a los despojos de la propia piel hirviente, grabada en ilusiones connotativas sobre el soporte.
Todos estos atisbos de lo imaginario, aparcados en las tundras espesas de la memoria y los sueños conjurados aquí en cuerpo de obra, novelan el deseo, del deseo mismo, la tolerancia cadenciosa de las ideas y las pulsiones.
La pintura existe para Kemper, en la narrativa de su propia condición.
Este es el punto de llegada para comenzar otra obra, sinécdoque del eterno retorno como figura de la obsesión, la reincidencia de imágenes, formas y manchas trasminan la trama del material proponiendo el descalce, la borradura del desliz como una metamorfosis mas que natural, naturalista del estaticismo del plano pictórico en su paisaje conceptual a la manipulación delirante de lo fugaz, el desplazamiento real al sitio del movimiento. La narrativa adquiere realidad.

Kemper realiza un primer apunte de video-animación fragmentado a tiempo real con su propio pulso orgánico, voraz, depredador del ensimismamiento de la propia obra. Preludio de las conjeturas de lo otro, proponiendo una distancia con lo habitual. Ella misma en la pintura safa el lenjuague para esgrimir con la locura, la fobia de una huída perpetua - es la propia criatura que te devora pegada a tu cuerpo - en una antropofagia deli(be)rante que proyecta sus animaciones y las sumerge en estados alucinativos que aletean resonancias kafkianas.
La condición humana vuelve a ser relevante en el pretérito de una memoria presente, torciendo la realidad para subjetivar el acontecer transitorio, sea este el derrame visual de la noche o la refulgencia impresionista de las emociones cristalizadas en la fina comisura de un ojo, que ve a la vez con sus cien ojos la lluvia fuera de la estética, en el patrimonio de la belleza narcisista. Lugar donde la ilusión desata el fin de los cánones depositando la curvatura del arte en el anverso de la razón.

EL BASTIDOR VIDEÁTICO (tránsito y desplace)

Del tránsito

A modo de serializaciones, las obras pictóricas de la artista, determinadas por diferentes series temáticas, traman una historia secuenciada donde podemos construir un puente provisorio como cordón umbilical de una narrativa. Esto es la pintura y su simbolismo imaginario, que sientan las bases progenitoras de las videoanimaciones, rearticulando los mismos mecanismos de la ejecución pictórica en pro de la acción real.
La manufactura del movimiento alojada en las retículas grafistas depositarias del trazo, el color, la mancha, el valor de línea y la forma articulan, un debate expresivo entre realidad y ficticio, preceden y propician el tránsito estridente al otro sitio, este de certezas mayores en la crudeza y credibilidad al escenificarlo como estatuto de película, en su terminología mas cotidiana, podría deducir que todo lo que posee movimiento es mas real aunque siga enfrentando la trampa visual como su propio referente.

La construcción de estas animaciones clona sus universos pictoricistas, retribuyendo parte al dibujo, al color y fundamentalmente a una polisemia figurativa, desplegada en personajes y situaciones visuales que se animan desde el gesto de la pintura, mas que en el rigor tecnicista de la misma tecnica de animacion, proponiendo y experimentando con el genero que fisgonean los secretos de su propia existencia, son marionetas exangües irrigadas por la animalidad de su creadora en lo profundo de una mirada sepultada que logra ver a ras de la tela, como cobran vida las materias inertes y se alejan silenciosamente para ser libres del acoso del talento, de la inmediatez del plano, de la inutilidad de la obra en su estado de cosa absoluta.
Entre las animaciones de la artista “LINKS” desconstruye a trazos y formas partes de sus pinturas transversalizando el género, en un estadio del collage emplazado al video, sin dejar de reconocer en el proceso una huída, fuga masiva de intencionalidades, dando certeza de un constructo atávico, primigenio que conjura el génesis no solo de su obra sino de una comprensión de mundo, una cosmogonía inaugural, la cual reimprime sobre la visión austera del distrito social en su expansión limitada, con derroteros triviales del fondo cultural constituyente de la axiología humana.

Estas propuestas video pictóricas se fundan indefinidamente en el atrás sus hilos rectores, el pensamiento salvaje como anclaje de subsistencia a la sociedad contemporánea.
Kemper realiza su investigación desde el mundo natural, el ver pedestre en una ejecución ritualistica de los procesos y dimensiones que el concepto de obra de arte porta y talvez arrastra en la sociedad contemporánea, logrando desde su estrategia medial infiltrar delicadamente una antología visual perfumada de nostalgia y reminiscencia a una condición inmaculada del imprevisto como condición del percepto, lugar donde la mirada de la pantera trasmina sin peligro porque la presa del arte habita una historia fantasmal.

“Los dioses de la tierra y el mar recorrieron la naturaleza para hallar este árbol;
Pero su búsqueda fue totalmente en vano; solo crece en el cerebro humano”

William Blake

Desplace

Cada obra de Kemper engrana con la siguiente en el umbral del tedio, permicencia que cultiva desde la reflexión indómita en el corazón del huracán,
un laboratorio mental con los emisores clavados en las emociones determinando un descalce multidireccional, induciendo la incursión obsesiva en diversos terrenos lingüísticos.
El trayecto es la misma piel, el mismo líquido raquial (raquideo) que somatiza las ideas en un solo cuerpo de obra, provenientes del mismo mar templado y quieto que recoge su acontecer, aparentemente no se está en presencia del mismo cuadro, las ondulaciones pervierten la visión pero la envoltura platinada de su cubierta es la misma, el pulso lo genera el mismo pesar, palpito cadencioso de un hacer en convicción, el ritual de lo sentido como lo veraz y este como marca indeleble de territorio.
Desde esta plataforma empírica kemper estira su obra hasta trascender su propia producción, esta doble flexión la sitúa en el espacio, el objeto y la instalación.
Se ha establecido por tanto un desplazamiento y fundamentalmente un emplazamiento de ciertos conceptos pictóricos y del video animación al espacio instalacional, articulando los mismos procesos productivos, previstos en las pinturas pero que ahora logran confluir, en una mixtura tecnológica de los fragmentos constituyentes de su propia obsesión, el circulo indefinido logra cerrarse clausurando el desdén de las apologías de la obra monofuncional, estilística, de conceptos limítrofes en las posibilidades a lontananza que depara un hacer abierto, que sangra profusamente hacia arriba sin perder una mínima gota pulsativa.
Las ideas están destinadas, una ilusión adormecida comienza a moverse en sus cristales, es afuera que nada se ha detenido, al despertar encuentra sus mismas manos, alargadas, extrañas, iguales.

CONCAVO VERSUS CARNE

Este último periodo de Kemper aborda forma, imagen y movimiento como configuración orgánica de un ser-cosa.
Reestableciendo la polifonía pictórica, aplica la matriz del sistema serial y a modo de retícula orgánica y organizada desmiembra el cuerpo, su cuerpo y el de otros, amputando con la cámara detalles amorfos de los jardines Bosquianos para urdir un correlato fisiológico del ser humano en su estadio de sociedad indolente al grito aterrador entramado en la pared.
Extractos corpóreos, filigranas biológicas crepitan en temblores al unísono
estallando su convexo impúdicamente, sin poder mirar para rearmarse en un corpus carnal completo, balbuceando esquizofrénicamente su condición modular sin reparar que son parte de una ilusión única, soñada esta y todas las noches de la vida.

“Emplearemos nuestra alma en sutiles intrigas, y demoleremos mas de una pesada armadura, antes de ver a la gran criatura, cuyo infernal deseo nos llena de sollozos”

Charles Baudelaire

Una estructura colgante construida viseralmente de globos blancos, recibe a modo de piel, de cobertura o disfraz una multitud de imágenes vadeadas de fragmentos de cuerpos , cada parte respira y existe en si misma desbordando su autonomía sólo restringida por la demarcación territorial (encuadre) en conjunto nace una criatura monstruosa hecha de humanos, de restos corporales atrapados por la cámara, sustraídos de un todo para constituir una gran bestia carnosa, feroz a la vista plana del espectador pasivo.
En una operación con los soportes de proyección la artista logra reanimar una cosa, dotarla de vida pululante, gemidos, ruidos indefinibles, detalles descontextualizados agudizan una imagen inquietante que repone la lectura perceptual como forma de reconocer y capturar la obra, desarraigada de lo helado del concepto que en este caso logra flanquear problemáticas significantes, mas no permite absorber sin poética y subjetividad un universo connotativo el cual referencia una arcada fluida de ideas e imagen dejando en nervios los análisis semánticos de la obra.
Esta propuesta se desliza al campo sociológico como una ameba portadora de todos los aconteceres, las reflexiones y devenires exponiendo el cuerpo de cientos de cuerpos en su brutal dimensión natural, la belleza de lo genuino distorsionada al prefijo del prejuicio en una inmoralidad resplandeciente, autorretrato de la imposibilidad de ver-nos en carne y encarnados en nuestra meticulosa pulcritud.

“Acerba diosa de la naturaleza, te complaces en manifestarte en torno a mí, y enseñarme amenazante el rastro del buitre y el goce del alud que me aniquila.
En rededor respira rechinando los dientes la apetencia de muerte:
Seductora sobre la inmóvil estructura de la roca la flor suspira por las mariposas”

Friedrich Nietzsche

En esta gran masa Kemper proyecta su carnación renacentista, con esos ojos, aquellos, se mira inclemente, y nace nuevamente seducida por la mariposa.
Esto es ahora.
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Texto sobre obra de Klaudia Kemper, "Cuerpo" - videoinstalación Galeria ANIMAL - 2005

VHB